@juantsx79 escribe en esta ocasión sobre la tensión entre diferentes miradas sobre el rumbo que debe tener la política de defensa en nuestro país ante los seminarios de formación yankis en el Ministerio de Defensa.
Hace apenas un par de meses, funcionarios del Ministerio de Defensa tuvieron que salir a explicar los alcances de un acuerdo bilateral firmado entre el gobierno provincial del Chaco con ni más ni menos que el Comando Sur de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos. Este acuerdo se había firmado años antes para la construcción de instalaciones destinadas a la “asistencia en caso de emergencias humanitarias” dentro del predio de lo que es una de las pistas de aterrizaje mas largas del país, en el aeropuerto de la ciudad de Resistencia. Una potencial base de operaciones para el despliegue militar en caso de necesitarlo.
El asombro fue enorme debido a un célebre antecedente que conectaba dos hechos insólitos: en febrero de 2011, el gobierno, mediante un acto de autoridad estatal que debe ser reconocido, detuvo en Ezeiza un avión militar de transporte norteamericano que pretendía ingresar armas, drogas y aparatos de inteligencia electrónica de manera ilegal. Un año después, el mismo Coronel del U.S. Army que pretendía introducir esa carga ilegal al país, participaba junto al Gobernador de la inauguración de este “centro de emergencias” que el Comando Sur le “obsequiaba” a la Provincia del Chaco.
Aquellas armas, drogas y equipos para escuchas telefónicas, ingresaban al país en cumplimiento, según revelaron los funcionarios y militares norteamericanos, de acuerdos previos para la formación de unidades especiales de la Policía Federal firmados con autoridades nacionales desde varios años antes. Resultó ser lamentablemente cierto.
Hoy, son los seminarios de formación los que están nuevamente en cuestión. Y otra vez el “Grupo Militar”, que fuera desalojado mediante un acuerdo de las oficinas que ocupara por mas de 30 años en el Ministerio de Defensa, se encuentra patrocinando acuerdos de formación y asistencia donde se le permiten.
El Grupo Militar, que responde orgánicamente al Pentágono, también juega aquí su propio partido en la competencia cada vez más evidente por fijar los objetivos estratégicos de la política exterior estadounidenseentre entre la estructura militar norteamericana y el Departamento de Estado. Se trata de un juego peligroso, que hace dudar incluso de la solidez institucional del manejo de su aparato militar que Estados Unidos pretende inculcar exponiendo su modelo en estos seminarios de formación.
Naturalmente, la incompatibilidad de los contenidos de esa formación con la legislación argentina vigente es un factor suficiente para que este tipo de convenios no tengan ya lugar. Pero la verdadera cuestión de fondo a resolver, con un liderazgo político claro y preciso en el área, son las “agendas” de problemas de “seguridad y defensa” que Estados Unidos le propone a “su” hemisferio, y la predisposición tan alegre, ora de un gobernador, ora de un funcionario nacional, de hacerlas propias.
En el mismo sentido, no caben intentos de señalar líneas doctrinarias que no deben transgredirse, o de limitar la cooperación a cuestiones “técnicas”. El umbral de separación entre una capacidad técnica y la doctrina que le da sustento, es tan difuso como el que separa esa doctrina de los objetivos políticos de quien la traza. Esto es así, por lo menos desde aquella continuidad entre guerra y política señalada por Carl von Clausewitz hace exactamente 180 años.
La inconsistencia es preocupante: ¿Cómo relacionar los cuestionamientos hechos en marzo de este año por la Cancillería sobre la vigencia y utilidad de un organismo como la Junta Interamericana de Defensa (OEA) con la realización de este tipo de seminarios que, tal como aquella y otras instancias institucionales anacrónicas, dictan la bajada de linea de las “nuevas amenazas” que pretenden legitimar los viejos intereses imperiales?
No podemos seguir permitiéndonos el lujo, como país que ha promovido acertadamente grandes avances hacia la integración sudamericana, de seguir dando estos pasos en falso en un área tan importante, cuya naturaleza misma hace de la coherencia en el planeamiento y en la ejecución de las políticas, el requisito fundamental para la eficiencia en su propósito y la credibilidad de su orientación.
Los acontecimientos a nivel mundial son elocuentes en cuanto al los cambios geopolíticos que nos tendrán como testigos en los próximos 20 años. Año tras año, vamos teniendo menos espacio y menos tiempo para por fin profundizar una verdadera opción estratégica hacia el fortalecimiento de la región, ya no solo en términos económicos y de desarrollo, sino también en una síntesis de objetivos geopolíticos comunes, claros e inequívocos.
Sin dudas, estos objetivos deben encontrar en el proyecto político inconcluso de la Patria Grande y en un sentimiento común que consolide nuestra identidad de Sudamericanos, el sustento político y social para proyectar hacia el futuro una única “Defensa”, que no sea ninguna otra que la defensa de la libertad, la soberanía y la dignidad de nuestros pueblos frente a sus enemigos de siempre.
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