viernes, 25 de octubre de 2013

Rudolph Giuliani, el "Amigo Americano" de Sergio Massa.



"Consideren un edificio con una ventana rota. Si la ventana no se repara, los vándalos tenderán a romper unas cuantas ventanas más. Finalmente, quizás hasta irrumpan en el edificio, y si está abandonado, es posible que sea ocupado por ellos o que prendan fuegos adentro."

"Broken Windows" James Q. Wilson y George Kelling


Esta escena hipotética, por elemental que parezca, constituye la piedra fundamental del pensamiento reaccionario en materia de seguridad ciudadana. Fue planteada por primera vez en un artículo periodístico y luego tomada para ejemplificar quizá el eslogan más popular hasta el momento: la "tolerancia cero".

Con este eslogan se pretendió sintetizar el conjunto de medidas preventivas y represivas que habrían hecho posible una disminución drástica del delito en la ciudad de Nueva York, de la mano del mundialmente famoso ex-alcalde Rudolph Giuliani. Personaje controvertido del ala más conservadora del Partido Republicano, Giuliani se montó sobre el mito de su gestión como alcalde para fundar, años más tarde, su propia consultora en seguridad desde la cual hasta el día de hoy factura centenas de miles de dólares por visitar distintos países contándoles el "secreto de su éxito".

Como toda gira mundial medianamente decente, no podría faltar su escala argentina. Y así fue que, esponsoreado (pagado) por el candidato a diputado Sergio Massa, llegó a nuestras costas con su pequeño manual bajo el brazo.

¿Quién es "Rudy" Giuliani?

El abogado Rudolph William Louis Giuliani III, luego de una veloz y ascendente carrera como fiscal en distintas instancias de la Justicia norteamericana, se impuso en las elecciones de 1992 para alcalde de Nueva York. Asumió en medio de una situación financiera y social muy complicada luego más de una década de neoliberalismo puro y duro. Fue la década de las "reaganomics", las reformas económicas implementadas por Ronald Reagan que desregularían todos los mercados posibles y cuyas consecuencias fatídicas llegan hasta nuestros días.

Inmediatamente electo, se propuso comenzar a "arreglar las ventanas rotas" de aquel "edificio" de la teoría, como primer paso hacia la recuperación de "La Gran Manzana". Y debió encontrar que quienes las habían roto eran los "homeless" porque fue hacia ellos y no hacia otro peligroso sector del hampa que dirigió todas sus energías.

Simultáneamente, cumpliendo el manual del buen republicano, propuso reducir el gasto público con lo que consiguió coordinar distintas medidas con un mismo fin: "limpiar" las calles de vagabundos e indigentes. Así fue que, para reducir "costos", se negó a mantener abiertos y gratuitos los refugios estatales para "homeless", imponiendo requisitos como el de asistir obligatoriamente a entrevistas de trabajo para permitir su permanencia al resguardo de la nieve y el frio durante los duros meses del invierno neoyorquino. Si una persona eventualmente conseguía trabajo pero llegaba algún día tarde, se lo "sancionaba" con una prohibición de 60 días sin poder entrar a un refugio municipal; si reincidía, se duplicaba a 120, y así.

La explicación de los funcionarios de Giuliani al respecto de esta política contenía algunos conceptos que nos son bastante familiares a los porteños. Según ellos, se pretendía “acabar con una cultura de dependencia y reemplazarla por la motivación y  la independencia" y se estaba ayudando a los neoyorkinos sin techo a "encontrar un hogar permanente en el mercado privado".

Estas políticas hostiles a los más pobres, se combinaban con frecuentes denuncias de malos tratos y hasta asesinatos de los "sin techo". Incluso llegó a constituirse en su contra un movimiento nucleado en torno a los sacerdotes y pastores que, desde sus iglesias, ayudaban a los personas que vivían en la calle.

Finalmente, fue la justicia quien frenó esta ola de discriminación y violencia contra los homeless promovida desde el mismo Estado. Pero no transcurrió mucho tiempo hasta que un muy mediatizado caso de violencia torciera la opinión pública a favor de estas políticas. Una secretaria ejecutiva de veintisiete años, llamada Nicole Barrett, fue atacada en el centro de Manhattan por un hombre que, tras golpearla en la cabeza con un adoquín, escapó sin siquiera robarle. Con la víctima todavía inconsciente y hospitalizada, el mismo Giuliani salió a señalar la peligrosidad que habían demostrado los "homeless", muchos de los cuales serían violentos "enfermos mentales".

De nada sirvió que tiempo después se detuviera al sospechoso, quien lejos estaba de pertenecer a este grupo social y que la joven se recuperara poco tiempo después totalmente de las "terribles" y "permanentes" consecuencias del ataque. La opinión pública, manipulada mediante el miedo, se había volcado nuevamente a favor de las políticas del alcalde Giuliani.

Simultáneamente a la política de "limpieza" de "homeless" de las calles, se implementó otra gran estrategia de combate al delito organizada por este "Gurú" de la seguridad urbana. En esa oportunidad se enfrentó a un terrible flagelo, verdadero azote de las ciudades modernas: los limpiadores de vidrios.

Por esta vez dejemos que sea el mismo "Rudy" quien nos cuente su propia experiencia con la misma claridad con la que seguramente se dirigió a su nuevo alumno, Sergio Massa. En una de las páginas de su libro "Leadership", Giuliani describió su osadía:

"Yo sospechaba que expulsar a esos individuos era bastante fácil y produciría un efecto inmediato y cuantificable. Llamé al delegado de policía Bill Bratton, que compartía mi opinión de abordar delitos menores como una forma de establecer un comportamiento civilizado y obediente con la ley, además de dar una sensación de seguridad. Volvió al cabo de un par de días y me dijo que el Departamento de Policía afirmaba que era imposible deshacerse de los limpiacristales. El quería hacerlo, pero le habían explicado que mientras no amenazaran físicamente a los conductores o “exigieran” dinero, carecíamos de una base legal para expulsarlos o detenerlos si se negaban".
"Le dije (a Bratton) que olvidara el hecho de si pedían dinero o no. Cuando bajaban del cordón y pisaban la calle, ya habrían violado la ley. Podía multárseles a todos de inmediato. Después de entregarles la multa, podías investigar quiénes eran, si tenían antecedentes, etcétera".
"Empezamos a enviar citaciones a esos tipos y descubrimos que algunos ya estaban buscados por delitos violentos y contra la propiedad. En menos de un mes, pudimos reducir el problema de una forma drástica. Las cosas habían mejorado visiblemente. A los neoyorkinos les encantó y también a los visitantes, que traían dinero a la ciudad y proporcionaban empleos a sus habitantes. Ese fue nuestro primer éxito".
Como sagazmente sospechará el lector, los fundamentos del "éxito" de la "Tolerancia Cero" en la Ciudad de Nueva York son, como mínimo, dudosos. En el mismo período de tiempo, otras grandes ciudades de EEUU tuvieron iguales porcentajes de reducción del crimen sin aplicar medidas como las de Giuliani. Quizás los motivos haya que buscarlos en la impresionante mejora de las condiciones socioeconómicas de la "Era Clinton".

Rudy y su Gira Mágica y Misteriosa

Como argentinos orgullosos que somos, suponemos que si experiencias como la de los limpiavidrios fueron las compartidas por semejante Hombre de Estado, habrán sido varios los compatriotas que durante su exposición en Mar del Plata, salieron del auditorio raudos hacia las boleterías a pedir airosos el correspondiente reembolso... Pero lamentablemente también nos consta que Argentina aloja a una gran proporción de "logis" por Km2, que ostentan orgullosos colecciones enteras de buzones cero kilómetro.

Para no sentirnos tan horrorosamente especiales, sepamos que con anterioridad, "Rudy" también asesoró a Keiko Fujimori, candidata a la presidencia en la ultima elección e hija del ex presidente Peruano, "exiliado" en Japón desde que en Lima la Justicia lo espera con un hermoso traje a rayas y a medida.

También fue contratado por un conjunto de empresarios mexicanos liderados por el-hombre-mas-rico-del-mundo, Carlos Slim, quienes le pagaron a su consultora nada más ni nada menos que cuatro millones de dólares (un vuelto) para que les diga qué hacer con los temibles  limpiavidrios del Distrito Federal.

De la misma manera, aprovechando sus contactos en América del Sur, aquel ex Jefe de Policía de Transito de Giuliani, Bill Bratton, fue contratado por el Alcalde de Caracas Alfredo Antonio Peña para aplicar en su ciudad toda su experiencia. Lamentablemente Peña resultó ser otro exiliado, en este caso en Miami. La Justicia Venezolana lo señaló como imputado en los asesinatos del 11 de abril, en ocasión del intento de Golpe de Estado contra Hugo Chávez en 2002.

Resumiendo, las giras de estos personajes por la región son frecuentes y por lo general patrocinadas por florecientes Centros de Estudios, Fundaciones y otras ONGs, que se multiplican año a año en nuestros países y que "abastecen" a políticos locales de propuestas políticas y "cuadros de gestión". En la Ciudad de Buenos Aires los conocemos muy bien.

Pero realmente, ¿Quiénes son estos tipos?

Los Giuliani, los Bratton, (¿Duran Barba?), etc. no son otra cosa que declarados "especialistas" que montados sobre sus "éxitos" locales se despliegan luego hacia el mundo entero para difundir, no ya políticas policíacas, etc., sino todo un modelo convivencia basado en valores como la violencia, el control social, el individualismo acérrimo y el desprecio por el prójimo.

Pretenden responder a la descomposición social que producen esos mismos valores exitistas y mezquinos, de la manera más perversa: castigando con palos y balas a los que no han desarrollado ese afán desenfrenado de enriquecerse a cualquier precio y que no se "adaptan a un entorno competitivo" que es "natural" al ser humano y "beneficioso para todos".

Llevan en su respuesta violenta la confirmación cínica de sus postulados: DEBE haber perdedores en la sociedad y estos DEBEN ser identificarlos y puestos como EJEMPLO para el resto.

¿Cómo es, entonces, que valores tan perversos y destructivos se difunden entre nosotros, crecen y se reproducen? Nadie podría aceptarlos tan descarnadamente expuestos.

Precisamente, la fuerza de este pensamiento liberal-reaccionario reside en su capacidad de presentar sus medias verdades y afirmaciones falaces con fuerza "axiomática". En lógica, un "axioma" es una proposición que no necesita ser probada, se toma como evidentemente verdadera y sirve para elaborar otras afirmaciones que se derivan de ella.

Las "construcciones" del discurso reaccionario se levantan sobre esos cimientos: La presentación de una "política de tolerancia cero" lleva implícita la afirmación mentirosa de que las otras políticas son "tolerantes" con el crimen. De esta manera, no afirma una propuesta propia y particular, sino que niega, engañando, cualquier alternativa posible.

En nuestro país ya conocemos mucho estos eslóganes; y a candidatos que están a favor de lo bueno y en contra de todo lo malo, porque le hace mal a la gente que solo quiere que le den soluciones, etcétera, etcétera y etcétera. La misma historia se repite en los países hermanos porque las recetas, los discursos y hasta los estilos vienen siempre de un mismo lugar: el Norte.

Pero hay un dato novedoso para nuestros "amigos americanos" que apenas intentan comprender. Los pueblos sudamericanos optamos ya desde hace tiempo por otro camino. Optamos por recomponer el daño que décadas de liberalismo económico y cultural le hizo a nuestras comunidades. Estamos reconstruyéndolas de a poco, colectivamente y con un esfuerzo  que nada tiene que ver con los valores egoístas que pretenden infiltrar entre nosotros desnaturalizándonos.

Hoy podemos decir que AQUÍ, el OTRO importa. Que el desvalido, es un HERMANO. Y que es un DEBER ayudarlo poniendo entre todos a la organización más grande que tenemos, el Estado, al servicio de su felicidad. Eso es honrar nuestra tradición popular y trabajamos diariamente para que algún día ese sea el único valor social compartido por todos.

Para resumir, y respondiéndole a "Rudy" y a su nuevo alumno Massa: AQUÍ, ya no nos preguntamos quién rompió la primer ventana, cómo hacemos para que no sigan rompiendo el resto o cómo echamos a los que se metieron dentro a hacer fuego.

Aquí, ya hace tiempo que dijimos BASTA y empezamos a preguntar: Pará... de ese edificio con ventanas rotas, QUIEN ES EL DUEÑO?.

Juan Manuel Domínguez Rotta
Octubre 2013.