"Consideren un edificio con una ventana rota. Si la ventana no se
repara, los vándalos tenderán a romper unas cuantas
ventanas más. Finalmente, quizás hasta irrumpan en el edificio, y si está
abandonado, es posible que sea ocupado por ellos o que prendan fuegos adentro."
"Broken Windows" James Q. Wilson y George Kelling
Esta escena hipotética, por
elemental que parezca, constituye la piedra fundamental del pensamiento
reaccionario en materia de seguridad ciudadana. Fue planteada por primera vez
en un artículo periodístico y luego tomada para ejemplificar quizá el eslogan más
popular hasta el momento: la "tolerancia cero".
Con este eslogan se pretendió
sintetizar el conjunto de medidas preventivas y represivas que habrían hecho
posible una disminución drástica del delito en la ciudad de Nueva York, de la
mano del mundialmente famoso ex-alcalde Rudolph Giuliani. Personaje controvertido
del ala más conservadora del Partido Republicano, Giuliani se montó sobre el
mito de su gestión como alcalde para fundar, años más tarde, su propia consultora
en seguridad desde la cual hasta el día de hoy factura centenas de miles de dólares
por visitar distintos países contándoles el "secreto de su éxito".
Como toda gira mundial medianamente
decente, no podría faltar su escala argentina. Y así fue que, esponsoreado
(pagado) por el candidato a diputado Sergio Massa, llegó a nuestras costas con su
pequeño manual bajo el brazo.
¿Quién es "Rudy" Giuliani?
El abogado Rudolph William
Louis Giuliani III, luego de una veloz y ascendente carrera como fiscal en
distintas instancias de la Justicia norteamericana, se impuso en las elecciones
de 1992 para alcalde de Nueva York. Asumió en medio de una situación financiera
y social muy complicada luego más de una década de neoliberalismo puro y duro. Fue
la década de las "reaganomics", las reformas económicas implementadas
por Ronald Reagan que desregularían todos los mercados posibles y cuyas
consecuencias fatídicas llegan hasta nuestros días.
Inmediatamente electo, se
propuso comenzar a "arreglar las ventanas rotas" de aquel "edificio"
de la teoría, como primer paso hacia la recuperación de "La Gran
Manzana". Y debió encontrar que quienes las habían roto eran los
"homeless" porque fue hacia ellos y no hacia otro peligroso sector
del hampa que dirigió todas sus energías.
Simultáneamente, cumpliendo el
manual del buen republicano, propuso reducir el gasto público con lo que
consiguió coordinar distintas medidas con un mismo fin: "limpiar" las
calles de vagabundos e indigentes. Así fue que, para reducir "costos",
se negó a mantener abiertos y gratuitos los refugios estatales para "homeless",
imponiendo requisitos como el de asistir obligatoriamente a entrevistas de
trabajo para permitir su permanencia al resguardo de la nieve y el frio durante
los duros meses del invierno neoyorquino. Si una persona eventualmente
conseguía trabajo pero llegaba algún día tarde, se lo "sancionaba"
con una prohibición de 60 días sin poder entrar a un refugio municipal; si
reincidía, se duplicaba a 120, y así.
La explicación de los funcionarios de Giuliani al respecto de esta política contenía algunos conceptos que nos son bastante familiares a los porteños. Según ellos, se pretendía “acabar con una cultura de dependencia y reemplazarla por la motivación y la independencia" y se estaba ayudando a los neoyorkinos sin techo a "encontrar un hogar permanente en el mercado privado".
La explicación de los funcionarios de Giuliani al respecto de esta política contenía algunos conceptos que nos son bastante familiares a los porteños. Según ellos, se pretendía “acabar con una cultura de dependencia y reemplazarla por la motivación y la independencia" y se estaba ayudando a los neoyorkinos sin techo a "encontrar un hogar permanente en el mercado privado".
Estas políticas hostiles a los
más pobres, se combinaban con frecuentes denuncias de malos tratos y hasta
asesinatos de los "sin techo". Incluso llegó a constituirse en su
contra un movimiento nucleado en torno a los sacerdotes y pastores que, desde
sus iglesias, ayudaban a los personas que vivían en la calle.
Finalmente,
fue la justicia quien frenó esta ola de discriminación y violencia contra los
homeless promovida desde el mismo Estado. Pero no transcurrió mucho tiempo
hasta que un muy mediatizado caso de violencia torciera la opinión pública a
favor de estas políticas. Una secretaria ejecutiva de veintisiete años, llamada
Nicole Barrett, fue atacada en el centro de Manhattan por un hombre que, tras
golpearla en la cabeza con un adoquín, escapó sin siquiera robarle. Con la víctima
todavía inconsciente y hospitalizada, el mismo Giuliani salió a señalar la
peligrosidad que habían demostrado los "homeless", muchos de los
cuales serían violentos "enfermos mentales".
De nada sirvió que tiempo después
se detuviera al sospechoso, quien lejos estaba de pertenecer a este grupo
social y que la joven se recuperara poco tiempo después totalmente de las "terribles"
y "permanentes" consecuencias del ataque. La opinión pública,
manipulada mediante el miedo, se había volcado nuevamente a favor de las
políticas del alcalde Giuliani.
Simultáneamente a la política
de "limpieza" de "homeless" de las calles, se implementó
otra gran estrategia de combate al delito organizada por este "Gurú"
de la seguridad urbana. En esa oportunidad se enfrentó a un terrible flagelo, verdadero
azote de las ciudades modernas: los limpiadores de vidrios.
Por esta vez dejemos que sea
el mismo "Rudy" quien nos cuente su propia experiencia con la misma
claridad con la que seguramente se dirigió a su nuevo alumno, Sergio Massa. En
una de las páginas de su libro "Leadership", Giuliani describió su
osadía:
"Yo sospechaba que expulsar a esos individuos era
bastante fácil y produciría un efecto inmediato y cuantificable. Llamé al
delegado de policía Bill Bratton, que compartía mi opinión de abordar delitos
menores como una forma de establecer un comportamiento civilizado y obediente
con la ley, además de dar una sensación de seguridad. Volvió al cabo de un par
de días y me dijo que el Departamento de Policía afirmaba que era imposible
deshacerse de los limpiacristales. El quería hacerlo, pero le habían explicado
que mientras no amenazaran físicamente a los conductores o “exigieran” dinero,
carecíamos de una base legal para expulsarlos o detenerlos si se negaban".
"Le dije (a Bratton) que olvidara el hecho de si
pedían dinero o no. Cuando bajaban del cordón y pisaban la calle, ya habrían
violado la ley. Podía multárseles a todos de inmediato. Después de entregarles
la multa, podías investigar quiénes eran, si tenían antecedentes, etcétera".
"Empezamos a enviar citaciones a esos tipos y
descubrimos que algunos ya estaban buscados por delitos violentos y contra la
propiedad. En menos de un mes, pudimos reducir el problema de una forma
drástica. Las cosas habían mejorado visiblemente. A los neoyorkinos les encantó
y también a los visitantes, que traían dinero a la ciudad y proporcionaban
empleos a sus habitantes. Ese fue nuestro primer éxito".
Como sagazmente sospechará el lector, los fundamentos del
"éxito" de la "Tolerancia Cero" en la Ciudad de Nueva York
son, como mínimo, dudosos. En el mismo período de tiempo, otras grandes
ciudades de EEUU tuvieron iguales porcentajes de reducción del crimen sin
aplicar medidas como las de Giuliani. Quizás los motivos haya que buscarlos en
la impresionante mejora de las condiciones socioeconómicas de la "Era
Clinton".
Rudy y su Gira Mágica y Misteriosa
Como argentinos orgullosos que
somos, suponemos que si experiencias como la de los limpiavidrios fueron las compartidas
por semejante Hombre de Estado, habrán sido varios los compatriotas que durante
su exposición en Mar del Plata, salieron del auditorio raudos hacia las
boleterías a pedir airosos el correspondiente reembolso... Pero lamentablemente
también nos consta que Argentina aloja a una gran proporción de "logis"
por Km2, que ostentan orgullosos colecciones enteras de buzones cero kilómetro.
Para no sentirnos tan
horrorosamente especiales, sepamos que con anterioridad, "Rudy"
también asesoró a Keiko Fujimori, candidata a la presidencia en la ultima
elección e hija del ex presidente Peruano, "exiliado" en Japón desde
que en Lima la Justicia lo espera con un hermoso traje a rayas y a medida.
También fue contratado por un
conjunto de empresarios mexicanos liderados por el-hombre-mas-rico-del-mundo,
Carlos Slim, quienes le pagaron a su consultora nada más ni nada menos que
cuatro millones de dólares (un vuelto) para que les diga qué hacer con los
temibles limpiavidrios del Distrito
Federal.
De la misma manera, aprovechando
sus contactos en América del Sur, aquel ex Jefe de Policía de Transito de
Giuliani, Bill Bratton, fue contratado por el Alcalde de Caracas Alfredo
Antonio Peña para aplicar en su ciudad toda su experiencia. Lamentablemente
Peña resultó ser otro exiliado, en este caso en Miami. La Justicia Venezolana
lo señaló como imputado en los asesinatos del 11 de abril, en ocasión del
intento de Golpe de Estado contra Hugo Chávez en 2002.
Resumiendo, las giras de estos
personajes por la región son frecuentes y por lo general patrocinadas por
florecientes Centros de Estudios, Fundaciones y otras ONGs, que se multiplican
año a año en nuestros países y que "abastecen" a políticos locales de
propuestas políticas y "cuadros de gestión". En la Ciudad de Buenos
Aires los conocemos muy bien.
Pero realmente, ¿Quiénes son estos tipos?
Los Giuliani, los Bratton, (¿Duran
Barba?), etc. no son otra cosa que declarados "especialistas" que montados
sobre sus "éxitos" locales se despliegan luego hacia el mundo entero
para difundir, no ya políticas policíacas, etc., sino todo un modelo convivencia
basado en valores como la violencia, el control social, el individualismo
acérrimo y el desprecio por el prójimo.
Pretenden responder a la descomposición social que producen esos mismos valores exitistas y mezquinos, de la manera más perversa: castigando con palos y balas a los que no han desarrollado ese afán desenfrenado de enriquecerse a cualquier precio y que no se "adaptan a un entorno competitivo" que es "natural" al ser humano y "beneficioso para todos".
Pretenden responder a la descomposición social que producen esos mismos valores exitistas y mezquinos, de la manera más perversa: castigando con palos y balas a los que no han desarrollado ese afán desenfrenado de enriquecerse a cualquier precio y que no se "adaptan a un entorno competitivo" que es "natural" al ser humano y "beneficioso para todos".
Llevan en su respuesta
violenta la confirmación cínica de sus postulados: DEBE haber perdedores en la
sociedad y estos DEBEN ser identificarlos y puestos como EJEMPLO para el resto.
¿Cómo es, entonces, que valores
tan perversos y destructivos se difunden entre nosotros, crecen y se
reproducen? Nadie podría aceptarlos tan descarnadamente expuestos.
Precisamente, la fuerza de
este pensamiento liberal-reaccionario reside en su capacidad de presentar sus
medias verdades y afirmaciones falaces con fuerza "axiomática". En
lógica, un "axioma" es una proposición que no necesita ser probada,
se toma como evidentemente verdadera y sirve para elaborar otras afirmaciones
que se derivan de ella.
Las "construcciones"
del discurso reaccionario se levantan sobre esos cimientos: La presentación de
una "política de tolerancia cero" lleva implícita la afirmación
mentirosa de que las otras políticas son "tolerantes" con el crimen. De
esta manera, no afirma una propuesta propia y particular, sino que niega,
engañando, cualquier alternativa posible.
En nuestro país ya conocemos
mucho estos eslóganes; y a candidatos que están a favor de lo bueno y en contra
de todo lo malo, porque le hace mal a la gente que solo quiere que le den soluciones,
etcétera, etcétera y etcétera. La misma historia se repite en los países
hermanos porque las recetas, los discursos y hasta los estilos vienen siempre de
un mismo lugar: el Norte.
Pero hay un dato novedoso para
nuestros "amigos americanos" que apenas intentan comprender. Los
pueblos sudamericanos optamos ya desde hace tiempo por otro camino. Optamos por
recomponer el daño que décadas de liberalismo económico y cultural le hizo a
nuestras comunidades. Estamos reconstruyéndolas de a poco, colectivamente y con
un esfuerzo que nada tiene que ver con
los valores egoístas que pretenden infiltrar entre nosotros
desnaturalizándonos.
Hoy podemos decir que AQUÍ, el
OTRO importa. Que el desvalido, es un HERMANO. Y que es un DEBER ayudarlo poniendo
entre todos a la organización más grande que tenemos, el Estado, al servicio de
su felicidad. Eso es honrar nuestra tradición popular y trabajamos diariamente
para que algún día ese sea el único valor social compartido por todos.
Para resumir, y respondiéndole
a "Rudy" y a su nuevo alumno Massa: AQUÍ, ya no nos preguntamos quién
rompió la primer ventana, cómo hacemos para que no sigan rompiendo el resto o
cómo echamos a los que se metieron dentro a hacer fuego.
Aquí, ya hace tiempo que dijimos
BASTA y empezamos a preguntar: Pará... de ese edificio con ventanas rotas,
QUIEN ES EL DUEÑO?.
Juan Manuel Domínguez Rotta
Octubre 2013.