jueves, 17 de marzo de 2016

La Gran Deuda: La “Bala de Plata” de Cambiemos


Desde el primer empréstito con la Corona Británica en 1824, a través de la Baring Brothers y las negociaciones con el entonces Presidente de la Argentina, Bernardino Rivadavia, las políticas de endeudamiento estuvieron asociadas fuertemente a los roles que las economías centrales del mundo se asignaban respecto de la división internacional del trabajo. Las economías poderosas utilizaron el mecanismo del endeudamiento como factor decisivo para determinar el modo de crecimiento y desarrollo de las economías emergentes.

La capacidad de financiamiento se transformó en herramienta de la geopolítica para dividir el mundo en países industrializados, y economías dependientes exportadoras de materias primas. Nuestro país fue un ejemplo palpable de la dominación británica primero, y luego norteamericana, en el reparto de la dominación internacional. Los gobiernos, empresarios y el complejo agro exportador compusieron un relato hegemónico, mediante el cual formar parte del mundo implicaba entregar la soberanía en pos de las migajas del capital internacional que llovería a nuestras pampas.

Desde la orilla opuesta a ese proyecto de dependencia surge el peronismo. Fue Perón quien logró plantar a la Argentina en un lugar soberano e impedir que el capital trasnacional siga llenando sus arcas con el esfuerzo del pueblo argentino. El peronismo se transformó así en  un obstáculo para el proyecto imperial de los países poderosos.

Pero por entonces, todavía no había llegado lo peor en materia de endeudamiento. Mientras en 1824 los empréstitos intentaban justificarse en el interés nacional de realizar puertos, ciudades y obras de infraestructura; hacia finales del siglo XX la deuda sólo formaba parte de la estrategia de construir más deuda, pagando intereses de una deuda usuraria de imposible cumplimiento, una deuda que -no casualmente- tuvo un marcado aceleramiento a partir del régimen liberal implantado por la dictadura militar de 1976.

Así, los condicionamientos externos no detenían su marcha, y las recetas del FMI y sus tecnócratas aconsejaban achicamientos del gasto público y flexibilización laboral para combatir el poder de la clase trabajadora y someter al país a los arbitrios del sistema financiero internacional.

Sin embargo, cuando el rumbo parecía definitivamente perdido, Néstor Kirchner sacó a la Argentina de este camino de ignominia, llevando adelante una política sistemática y consciente para desprenderse de la herramienta de sometimiento que durante 200 años de historia condicionó nuestro desarrollo y nuestras potencialidades. El pago soberano de la deuda externa, a partir de una quita de capital a los acreedores y el pago al contado con reservas fue la política que permitió desanclar las expectativas del orden financiero internacional en nuestro país, y comenzar un camino de producción, equidad y desarrollo en Argentina.

Las reestructuraciones de deuda de 2005 y de 2010 lograron encauzar los compromisos del Estado Nacional contraídos en los años 90’ y comienzos de 2000, compatibilizando deuda con ingresos y posibilidades de pago. De esta manera se logró una quita mayor al 65 % con un nivel de aceptación de 92, 4 % de los acreedores.

Dentro del saldo restante se encuentran los ya conocidos “Fondos Buitres”, operadores financieros internaciones que compran títulos de deuda defaulteada para maximizar sus ganancias mediante acciones judiciales. Estos tenedores de bonos, litigantes profesionales, bloquearon el pago de los servicios de deuda en 2014 con la venia del Juez Griesa. Es decir, el 1 % de los bonistas impidió que se le abonara según lo pactado a los tenedores que habían aceptado la reestructuración (el 92%).

Actualmente, el Congreso de la Nación está por dictaminar la habilitación para que el Gobierno de Mauricio Macri cierre un acuerdo con los buitres apresurado y desventajoso.

Con el acuerdo propuesto se le reconoce a los buitres el 75% del valor nominal de sus bonos (que compraron de remate, a sabiendas de la imposibilidad de pago) con ganancias superiores al 1500 %. El monto para los cuatro fondos involucrados es de U$ 4.653 MM. La Nación debería emitir bonos por U$ 15 mil millones para enfrentar en el corto plazo los compromisos de deuda.

Sin embargo, este arreglo alcanza solo al 85 % de los holdouts, por lo tanto, el caso no estaría cerrado y hay posibilidades de que los acreedores que no acordaron (el 15% de los Fondos Buitres que todavía no aceptó la oferta), o peor aún, los que aceptaron la restructuración de 2005 y 2010 – muy por debajo de la oferta actual de Cambiemos - comiencen a accionar bajo los mismos preceptos que los buitres.

Están claras las dificultades para arribar a un acuerdo beneficioso, debido a los insostenibles reveses judiciales que hemos enfrentado y a la política desplegada por algunos acreedores, pero este acuerdo nos coloca en peores condiciones de las que estamos actualmente respecto de la deuda. Un acuerdo razonable requiere atención y tiempo para la necesaria discriminación de casos, naturaleza de los fondos y del derecho, de la existencia o no de sentencias y de los recaudos más elementales frente a futuros reclamos. El apuro en negociación siempre es negativo. Más aún cuando se lo expone como un valor frente a los acreedores, poniendo sobre la mesa de negociación “a priori”  la “voluntad de acordar”.

Párrafo aparte merece la figura del principal beneficiado por el gobierno de Mauricio Macri. Paul Singer, dueño del fondo NML Eliott ha logrado obtener del gobierno argentino lo que nunca se hubiera imaginado en cuanto a “extras” como por el ejemplo, el pago de los honorarios de abogados (y lobbystas) que accionaron contra nuestro país  y montaron campañas millonarias para desacreditarlo que van desde el escandaloso (y fallido) embargo de la fragata Libertad (ordenada su construcción en 1953 con el nombre de Eva Peron) hasta los sugerentes vínculos de Singer con organizaciones que instituyeron el premio internacional (?) “Alberto Nisman” a la “lucha por la verdad”.

Financista del ala más dura del Partido Republicano, promotor en Estados Unidos de los intereses belicistas de sectores de la derecha israelí, Paul Singer no debe ser tomado, aun siéndolo, simplemente como un típico emergente del anarcocapitalismo mundial surgido de la desregulación conservadora de los 80 y 90s. Debemos considerarlo como un actor político concreto, sobre el que tendremos mucho por conocer e investigar y sobre el cual la lucha por la soberanía nacional toma un significado y una dinámica absolutamente nueva.

Por otra parte, el Estado Nacional se propone emitir bonos por U$ 15 mil millones –suma inexplicablemente mayor al acuerdo planteado- supuestamente para los compromisos de deuda. El endeudamiento, así planteado, carece de justificación y de relación con el acuerdo. Es preciso definirlo y limitarlo. Siempre en un marco de solución inclusiva de todos los acreedores: “los buitres” que siguen por fuera del acuerdo y el 92,4%  restante.

Entendemos que es necesario acordar con los deudores y resolver este conflicto. Ahora bien, las condiciones establecidas definen qué tipo de Nación estamos dispuestos a construir. 

Por otra parte,  se pretende sostener que el acuerdo posibilitaría atraer millonarias inversiones y reducir el costo de endeudamiento futuro. De estos dos factores no hay certidumbre, es más, frente al ciclo económico vigente, difícilmente se presenten nuevas inversiones con un mercado interno deprimido y en un contexto económico internacional en crisis desde 2008.

Para la Alianza Cambiemos, el acuerdo es fundamental para su política económica. Sin acuerdo no tienen rumbo, esta es su “bala de Plata”. Sin deuda no hay política económica neo-liberal.

Por ello comprendemos que este acuerdo no es más que retomar la senda del endeudamiento irrestricto. Los pasos son conocidos. Endeudamiento externo que trae nuevos aires de corto plazo pero que en mediano término es preciso devolver. Para ello es necesario tener recursos a disposición, que se generan con mayores ingresos o menos gastos. O bien, nuevamente tomar deuda para refinanciarse.

Con lo cual, Argentina vuelve a generar deuda para pagar la actual con nuevos intereses, nuevas comisiones para estos bancos intermediarios y posiblemente nuevos conflictos a futuro que estos nuevos –o no tan nuevos - acreedores puedan ocasionarle al país.

En definitiva, salir al mercado de deuda, sin un plan económico consolidado, no es más que retomar directamente la política económica liberal de dependencia. Con ella se favorecen los sectores dominantes, el mercado financiero local y extranjero. Indudablemente, se perjudica a la mayor parte de la población y se restringe el crecimiento genuino con inclusión social.


Nuestro país, a pesar del esfuerzo descomunal que gestó en estos últimos años se encuentra próximo a reabrir un nuevo capítulo en la triste historia del endeudamiento y del sometimiento internacional. Porque en el fondo no se trata sólo del pago y el arreglo con los fondos buitres; sino que se pretende poner en pie una mirada particular de la economía, una economía que se pone al servicio del capital y de sus intereses. Nosotros creemos que es la economía la que debe servir al hombre, no a la inversa. El rumbo de nuestra economía sigue en disputa. El camino que recorreremos los próximos años como Nación, también.